1/9/09

Diana, Elisa y el amor

Diana es performer o algo parecido. Tiene un par de espectáculos preparados que repite en casas okupas y allí donde la invitan, en los que ella misma desnuda recita algunos poemas guarros, proyecta imágenes de partos, operaciones o torturas y eyacula en directo tras dejarse dar algunos azotitos o penetrar por el puño de alguna amable colaboradora.

Cuando hizo su performance en Madrid la sala se llenó y ella se creció.

Entre el público asistente estaba Elisa, ni punky, ni porno, ni bollera, pero dispuesta a hacer lo que fuera por darle un giro a su aburrida existencia de emigrante precaria.

Ahora dice que ya no, que la posmodernidad europea no le pertenece, y lo dice así, con esas palabras, como si realmente hubiera una posmodernidad europea que le perteneciese a alguien, o como si el hecho de decirlo no la convirtiera en su máxima representante, al fin y al cabo no hay nada más europeo y posmoderno que estar de vuelta.

El caso es que Elisa se quedó prendada de Diana, fue valiente, le dijo cuatro cosas bien dichas y esa misma noche se la folló, o más bien se dejó follar por ella. Todo lo que vino después pasó demasiado rápido. Elisa se había enamorado de una mujer extranjera - ¿o la extranjera era ella?- y eso era más fuerte que todo lo demás. En un primer impulso lésbico se cortó el pelo a lo garçon, pero viendo que aquello no era suficiente se hizo rápidamente con un cinturón polla, comenzó a participar en orgías, a militar en el feminismo bollero más radical y hasta se fabricó una identidad ciber-porno-punk que se ponía por encima para prostituirse a su manera y escribir en su blog las burradas que siempre había querido gritar en público.

Desde fuera resultaba esperpéntica, como una quinceañera de 30 años que acaba de salir del armario y se convierte como por arte de magia, de la noche a la mañana, en la copia mala de su amante. Pero desde dentro supongo que era necesario, era hasta bonito, era amor.
El problema es que, como es bien sabido, el amor es heterosexual y decimonónico, y ellas aspiraban a ser las lesbianas del futuro.
Así que Elisa se enfrentó a la relación más contradictoria de su vida convirtiéndose paso a paso en la parodia de si misma.

Un año después, un año de perra como ella dice, multiplicado por siete, todo se ha acabado. Realmente no sé muy bien que ha pasado, pero Elisa ya no se prostituye, ya no escribe burradas en su blog y ha decidido públicamente matar a su alter-ego. Supongo que Diana se ha cansado de ella, o a la inversa. Finalmente la pigmaliona posmoderna vuelve a sus orígenes con el rabo entre las piernas y los espectadores de la performance nos hemos quedado sin tema de conversación.

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