11/6/11

re - lación

A mi, personalmente, nunca me importó que no se le levantara. Tú eres mi amante lesbiano, le decía yo y él se reía y me comía el coño y yo feliz.

Pero la falocrácia, el patriarcado y todo lo demás parecía ser más fuerte que sus erecciones. Estoy yendo a terapia con una sexóloga, me dijo un día, y ella me ha pedido que te lleve a ti a la próxima sesión. Nosotros no eramos ni novios ni nada, sólo amantes lesbianos de noches furtivas e intermitentes, pero aun así acepté encantada. Nunca rechazo una experiencia que pueda ser fuente directa de anécdotas.

Ahí estaba yo, en un cuartucho subterráneo con paredes de hormigón visto y plantitas semimuertas envueltas en hojas de periódicos con mi nombre impreso. Una mesa, de un lado él y yo, del otro la sexóloga, con bata de médico y voz de madre, y su residente, una mujer joven y gorda, enjoyada en oro que sólo miraba, escuchaba y se reía.

No hablé en toda la sesión, atendí al insólito diagnóstico de la experta a partir de unos dibujos de gente desnuda que había realizado mi amante en anteriores sesiones. Justo antes de salir ella me preguntó si tenía algo que decir. ¿Para qué querías que yo viniera? Porque ahora tú eres mi coterapeuta, me dijo con su voz de madre y me acojonó. Pero siguió hablando y perdió credibilidad, una relación, dijo, es cosa de dos, la propia palabra lo dice: re lación. No pude decir nada al respecto. Me mató.

Finalmente la viagra solucionó su problema y acabó con nuestra re- lación...pero eso ya forma parte de la siguiente anécdota.

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