Anoche me singué a un negro de centro habana. Por favor, caballero, no me dejen beber más ron. Me llevó a casa de su abuelita: En el dormitorio edredón azul eléctrico con tigres naranja fosforito en una cama de cabecero de barrotes con perrito pequinés incluido. En la cocina una jaula con una cotorra y las paredes llenas de relojes de plástico con fondos de cristos y ninguno en hora.
El negro, rompiendo el mito, tenía la pinga pequeña y no se le paraba. ¿Te gusta? Me pregunta. Silencio...silencio sepulcral. Me pone la mano en su pinguita blandita...¿Te gusta? Silencio.
Le pongo la mano en mi tota, me meto sus dedos y me toco. Me toco hasta que me vengo y en pleno orgasmo me agarro a los barrotes del cabecero de la cama, rompo uno que cae al suelo y hace un ruido espantoso que despierta a su abuelita.
Alabao...el negro decía alabao todo el rato. Alabao tremenda hembra tú eres, alabao, alabao, alabao...yo, silencio.
Me vuelve a poner la mano en su pinguita, ahora más dura pero pequeñita igual. Yo le insto a que se haga él su propia paja y yo a lo mío. Lo hacemos un rato, cada uno consigo mismo pero dándonos besitos. Esto no lo había hecho nunca, me dice, y yo le suelto algo así como que la masturbación es lo más íntimo que se puede compartir, pero no le convence.
Dormimos, por fin dormimos. Y me despierto después de no se cuanto tiempo porque suena el teléfono. Suena el teléfono. Suena el teléfono. Alabao, no hay nada que odie más que un teléfono sonando sin que nadie lo descuelgue.
El pequinés me mira fijamente desde el edredón de los tigres hecho una bola en el suelo, los cristos me miran fijamente desde los relojes de la pared. Relojes parados. ¿Qué hora será? ¿A cuánto quedará el Vedado de Centro Habana? ¿Cómo carajo acabé yo aquí?
Tengo leche. ¡Alabao! Algo bueno tenía que tener esta noche. Un vaso de leche de brick enterito para mi. Hace como tres meses que no me bebo un vaso de leche. Leche de verdad.
Está lloviendo y la cocina se moja. La cocina es nueva, nueva del paquete, pero no tiene techo. La cotorra habla con el pequinés.
Alabao! Ahora vamos a casa de mi mamá, calentamos agua para bañarnos y te llevo a casa de tu amiguita de camino al pabellón Cuba. No mi amor, tú te vas a casa de tu mamá o a donde quieras pero yo me voy de aquí ya, sola y a pié.
Caminando por Centro Habana, suelo mojado y ropa tendida. Necesito llegar a línea. Llegar a línea y olvidar la noche que pasé en Centro Habana.